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“Ikusi nuenian zure bekokia” exposición de ANA ARSUAGA

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Historia y resultados imprevistos de un simbolo. Ed Virus.

Pintada sobre las paredes de la protesta, pero también estampada en mochilas, camisetas, colgantes y gorras, incluso en las prendas masculinas más íntimas, la A es un signo tan conocido y reconocido que ha acabado por ser considerado un símbolo tradicional de la iconografía libertaria. En realidad, nos explican sus creadores, tiene poco más de cuarenta años: la A nace como proyecto en París durante el año 1964, en el interior de uña pequeña red de jóvenes anarquistas, pero comienza su vida pública durante el año 1966 en Milán, impresa sobre octavillas y carteles de la Gioventù Libertaria. Poco después, la explosión de 1968 -y la invención providencial del espray de pintura- hará circular el símbolo por las calles de todo el mundo.

Esta inédita historia en imágenes, junto a los relatos que la acompañan, repasa su sorprendente e incluso extravagante difusión planetaria, alcanzada primero bajo el empuje de la pasión libertaria y luego de la cultura punk, hasta su más reciente explotación comercial. Un viaje por el imaginario contemporáneo que da cuenta de las múltiples interpretaciones -a menudo inesperadas, tal vez contradictorias- de un símbolo nacido con una fuerte connotación específica y transfondo con el tiempo en uno de los signos más usados para expresar no tan sólo anarquía, sino también revuelta, rechazo, anticonformismo y transgresión en sus más variadas acepciones.

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Patti Smith en el Festival de Jazz de Donostia.

El concierto de Patti Smith ha sido la cita más destacada del primer día del Festival de Jazz de San Sebastián. La rockera aprovechó unos minutos antes del concierto para pasear por la playa de La Zurriola ante la sorpresa y deleite de sus fans.

Miércoles, 23 de Junio de 2010

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Miles de góticos inician hoy su migración anual hacia regiones más frías

Como cada año, se ha iniciado esta mañana la migración de los adolescentes de estética gótica y “Black” hacia el norte de Europa, huyendo del inclemente sol de agosto. Este movimiento migratorio es uno de los fenómenos más fascinantes de la naturaleza y son cada vez más los curiosos que acuden a las ciudades para contemplar cómo los góticos, bajo sus casacas de cuero negro, se alejan lentamente arrastrando sus bártulos y, en ocasiones, cubriendo sus rostros con velos y sombrillas de tul.

La piel blanca y mortecina de los góticos es muy delicada y, por eso, se han adaptado migrando cada verano. Evitan así que el sol acabe bronceándoles y dándoles un aspecto más saludable. Los turistas, llegados desde distintos puntos de España, se acercan a los principales núcleos urbanos como Madrid y Barcelona para observar el espectáculo desde la distancia. Se procura no interferir en sus costumbres para no hundirles más en la depresión.

“Vinimos por primera vez hace unos años y ahora somos asiduos”, explica un hombre que contempla a los góticos mientras finge que se toma una caña en una terraza. “Durante el día están algo más inactivos pero al anochecer empiezan a hacer acto de presencia con sus apagados colores. Es un espectáculo sobrecogedor ver desfilar sus siluetas mientras se van. Yo de joven fui un poco ‘jebi’ y sé lo mal que se pasa en verano”.

Aunque son muchos los que no comprenden las tradiciones de esta tribu urbana, sus integrantes se defienden con temperamento: “Supongo que lo fácil sería que nos quitáramos los corsés, el cuero, y que nos pusiéramos una camisa hawaiana, pero nosotros llevamos la oscuridad muy adentro. No se puede ser gótico sólo en invierno y cuando conviene. El dolor, el miedo y la desazón de nuestras almas nos acompañan todo el año. Antiguamente nos obligábamos a vivir sólo de noche para evitar el sol y mantener nuestra piel del color adecuado; ahora hemos descubierto que lo mejor es ir a Noruega durante agosto o allí donde nos lleve el Interrail”.

Es habitual que, durante estos movimientos migratorios, algunos jóvenes despistados acaben desviándose y separándose del grupo. De hecho, el año pasado pudo encontrarse a un gótico perdido en una playa de Denia. Algunos voluntarios se ofrecieron a pagarle un billete para que se reuniera con sus compañeros. El joven, sin embargo, confesó finalmente que no se había perdido sino que sus padres le habían obligado a irse de vacaciones con ellos.

Por Kike García en www.elmundotoday.com

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